En la actualidad, pareciera que lo “correcto” y lo “deseable” es tener siempre algo para hacer. Los ratos libres y los momentos de ocio suenan a improductividad, a pérdida de tiempo.
Llega un punto en que las actividades y la falta de intervalos de esparcimiento hacen que se disparen los niveles de estrés y ansiedad
Síndrome de la vida ocupada
Hace poco más de una década, científicos de Escocia que analizaban los problemas de la memoria llegaron a una conclusión: el ritmo frenético de la vida actual y el exceso de información eran responsables de que las personas se estuvieran volviendo más olvidadizas.
Fueron estos especialistas -del CPS Research, una clínica de investigación con sede en Glasgow- quienes acuñaron el concepto de “síndrome de la vida ocupada”. Este problema no está reconocido oficialmente como un trastorno, pero en los últimos años se le han dedicado varios estudios.
Vida ocupada no solo por cuestiones laborales
Estas cuestiones suelen relacionarse con el ámbito laboral, ya que es el trabajo lo que hace que muchas personas sientan una enorme exigencia y le destinen numerosas horas cada día.
Comer sin levantarse del escritorio ni quitar la vista de la pantalla del ordenador es un ejemplo clásico de “vida ocupada”
Las señales del síndrome de la vida ocupada también se manifiestan por fuera de los espacios de trabajo. Por ejemplo, buscar algo para hacer mientras el microondas calienta algo durante treinta segundos, o que los minutos que lleva cepillarse los dientes pueden parecer una eternidad.
Otras señales posibles consisten en estar alerta en el supermercado por si la fila de al lado es más corta: la sensación de urgencia por “aprovechar el tiempo” y hacer algo más es permanente.
A mayor escala, el síndrome de la vida ocupada obliga a apuntarse a cursos y clases sin dejar en la agenda un solo hueco libre puede ser parte de lo mismo. En los casos más extremos, hay quienes duermen sin desvestirse para no tener que “perder” tiempo la mañana siguiente volviéndose a vestir.
Cómo librarse del síndrome de la vida ocupada
En un primer momento, Wade y el resto de científicos escoceses plantearon la posibilidad de administrar un fármaco (memantina) en bajas dosis para combatir los efectos negativos del síndrome sobre la memoria.
La mejor medida no es tomar medicación, sino adoptar hábitos de vida más saludables que permitan relajarse y reducir por medios naturales los niveles de estrés y ansiedad.
Algunos de esos hábitos son los siguientes:
- Proponerse horarios de desconexión laboral. No leer ni responder mensajes ni realizar tareas relacionadas con el trabajo por fuera de los horarios establecidos. Por la noche, dejar las pantallas al menos treinta minutos antes de irse a la cama, para conciliar el sueño más rápido y que este sea de mejor calidad.
- Dejar espacios para el ocio y el descanso. No llenar la agenda de actividades para todos los días y, en la medida de lo posible, no aceptar demasiados compromisos y responsabilidades. Al menos no más de los que se pueda manejar.
- Cuidar la alimentación. Por un lado, llevar una dieta equilibrada, que siempre es beneficiosa para la salud. Por otro, dedicar un tiempo exclusivo para la comida, que signifique también una desconexión con el trabajo y otras actividades. Es decir, no comer y al mismo tiempo trabajar en el ordenador, hablar por teléfono, etcétera.
- Hacer deporte. Entre los numerosos beneficios de realizar ejercicios físicos con regularidad se encuentra el de reducir el estrés, por lo cual funciona como una suerte de antídoto natural contra las tensiones de la “vida ocupada”.
- Huir de la ansiedad. Dar paseos por la naturaleza, meditar y respirar, cuidar plantas de interior y de jardín, leer, escribir: son todas tareas que pueden considerarse “improductivas”, pero que también ayudan a reducir la ansiedad de forma natural y a alejarse de la “enfermedad de la prisa” y de la permanente sensación de urgencia.
Fotografía de portada: Anna Tarazevich en Pexels
Con información de Cristian Vázquez/El Diario